viernes, 24 de febrero de 2012

El día de Baltasar

El día de Baltasar
Un cinco de enero, a las catorce horas, inicie una de las aventuras que más me han marcado en mi vida, y sobre la cual, me siento tremendamente orgullo, siempre figurará, en mi currículum, como momento y acto memorable, fui, Rey,  Rey  Baltasar….

Salíamos de Zaragoza. Una llamada telefónica me pregunto,  a través del “manos libres” ¿quieres, ser, rey mago en la cabalgata?

Me preguntaron desde uno de los pueblos de la Comarca de la  Ribera Baja del Ebro, Escatrón, el pueblo de mi mujer….

-          ¿Qué, necesitan gente?, ¿para hacer de Reyes Magos….?, -me pareció oír por el teléfono-

-          ¡bueno!, -¡no hay problema!.- conteste yo-

-          Me han dicho, ¿que si puedes hacer de Gaspar?-insistieron por el teléfono-

-          ¡vale, de Gaspar!, -¡esta bien!- conteste-

-          ¡A las cinco y veinte, tienes que estar en el polivalente del pueblo!, ¡allí,  las de la escuela taller, os ayudaran a disfrazaros, vestiros y pintaros!, -me siguieron comentando por teléfono-

-          ¡de acuerdo, diles que a las cinco y veinte estaré, allí!, -concrete-.

Mientras bajaba conduciendo, observaba la temperatura exterior, ¡hace frió!, -pensé-, seguramente tendría que abrigarme mucho. Recordé que para las ocasiones de mucho frió,  siempre me pongo una camiseta termo-elástica, -la podía haber cogido-, ¡coñee!, -pensé-, si me lo hubieran dicho antes. ¿Calcetines?, menos mal, que en el pueblo tengo varios pares de calcetines térmicos- volví a pensar analizando la situación-.

Estaba a gusto, empezaba a anochecer, esperábamos tener una noche de reyes agradable y simpática, aunque muy fría. Siempre, había manejado la idea de ser rey mago, no importaba donde, me inquietaba la idea de observar como protagonista principal de la sonrisa de los niños.

Recordaba, como para la noche de navidad, de ese mismo año,  disfrazamos al abuelo de papa Noel, y le hicimos cargar con el saco desde mitad de calle, hasta casa, doscientos metros, más o menos,  con la tontería de que en el saco habíamos metido todos los juguetes que podíamos y además tres ladrillos, que pesaban un “riñón”, se le veía venir, apurado, y diciendo en voz alta, -¡ja, ja, ja… feliz navidad, traigo regalos para todos!-, y en voz baja, se le oía recriminar a la abuela, ¿pero, que es lo habéis comprado este año, un saco de cemento de 20 kilos?,- ¡joder, como pesa esto! - Y, a continuación, mientras llegaba a la terraza de fuera, ¡ja, ja, ja, …..Feliz navidad, traigo regalos para todos!,-volvía a exclamar, en voz alta-. ¿Pero que habéis metido en el saco?- le decía a la abuela de manera interrogativa.
Tengo que decir en descarga de mi suegra que la idea fue mía.

 Al recordarlo, mientras conducía,  no podía evitar una ligera sonrisa de agrado, por un lado, y de travesura y complicidad, por otro. Mi mujer, se percato de mi sonrisa, y estuvimos comentando el suceso con una cierta dosis de malevolencia y agradecimiento al comportamiento del abuelo... que buena persona es……concluimos.

La pequeña, se había dormido y el mayor,  llevaba, como casi siempre, los cascos de aislamiento, esos que generan multitud de decídelos insufribles e inaguantables.

- ¡Alberto, baja el volumen de la música, que es malo llevarla tan alto!- le dije-

- ni caso, ni se inmuto- 

- ¡Alberto, te vas a quedar sordo en cuatro días con ese ruido insoportable!

- lo mismo, ni se inmuto-.

- ¿Le daremos el regalo, a Alberto esta noche,  y el dinero mañana?, -le pregunte a mi mujer-

- ¡No!, -escuche decir a Alberto, ¡mejor el dinero hoy, que tengo que salir!

- ¡Hay que joderse!, ¡la escucha selectiva que tiene este tío!- comente -

A la altura de Quinto de Ebro, las cosas fueron cambiando, una vez “cogido” el cruce, en dirección al Monasterio de Rueda, me empezaron a surgir algunas dudas.

- ¿oye,  has visto como baja el Ebro? – Le dije a mi mujer-

-  ¡han dicho, esta mañana en la radio, que baja con un poco de riada!- me comento ella-

-          ¿un poco?, ¡a mi me parece que baja de avenida, fuerte!

Intente fijarme en la isleta que hay en medio del rió, nada más pasar el cruce de Gelsa.

-          ¡Oye, veis la isleta del centro, la que se ve siempre!- comente en voz alta-

-          ¡Pues no, bueno mira ahí, se ven un poco del centro!- me comentaron-

-          ¡Pues baja buena riada!- afirme-

Conforme llegábamos al primer puente, una vez pasado Sastago, confirmamos definitivamente la fuerte riada que llevaba el Ebro. Se divisaban esas ondulaciones en el agua que suelen aparecer cuando hace aire.

-          ¿Qué noche más desagradable se prepara? ¡ Que frío, y que aire!.

-          ¡Anda que cuando se pasaba el Ebro en barca que poca gracia haría pasar el río en estos días- me dijo mi mujer

-          ¡Mira!- continuo-, hace  25 años se callo un seiscientos debido a una avería del  cable de la barca, para estas fechas fue, y a los de dentro, tardaron casi dos meses en encontrarlos.

-          ¡Este rió es muy traicionero-sentencio!, - después de guardar un espacio silencioso-

Ya estábamos llegando al pueblo, cuando volvió a sonar el teléfono otra vez, era mi suegra.

-          ¿Qué me han dicho que tienes que ir al polivalente?, ¡que te esperan!-le oía decir a través del teléfono -

-          ¿Cuánto vais a tardar?- pregunto-

-          Aproximadamente, 15 minutos- contestamos-. Iremos primero a casa, descargaremos, dejaremos María y Alberto, y saldré pitando para el polivalente.

Y, así lo hicimos. En el lugar de reunión, había un ambiente muy alegre, todos se hacían bromas, comentando como “les caían” los trajes.

-  ¡Ala, que ya ha llegado Baltasar!- me dijo una de las señoras del taller de la asociación de amas de casa, al verme entrar-.

- Creo que hay un error, -comente, con prudencia-

- ¡No hijo, no, me corrigió otra señora!, como has llegado el ultimo, -me dio sigilosamente-, vas a tener que ir de negro-

- ¡Bueno, a mi el color de la ropa no me importe- le conteste-

- ¡no, no es la ropa, es la piel!, ¡te tienes que pintar de betún!

- ¡no te preocupes!,- me dijo “la Cinta”, -señora agradable donde las halla-

Bueno, ya no hay marcha atrás….pensé, menos riesgo de que la pequeñaza me reconozca. ¡Cuando quieras cinta!, ¡me tienes que dejar como “Kuntakinte”, ese…..!

En un cuarto interior de la sala de disfraces, me puse “el pijama bombacho”, brillante, como salido del cuento de las mil y una noche y encima de la camiseta, un chaleco que me venia estrecho. Ya me iba a calzar las botas militares pintadas con purpurina amarilla cuando vi salir a Melchor y Gaspar del baño, todavía sin pintar.

-          ¡pero hombre, Antonio! ¿como es que has tardado tanto?, me dijo Santi, al que en el pueblo le llaman “el machorro”, y que,  me había quitado el traje de Gaspar, más que quitar, se había apropiado de él.

-          ¡Es que, sabes, tengo un eczema, y la piel delicada y me he dicho, pues, ya que este esta aquí, pues el ultimo que arree!- comento el machorro-

-          ¡Tranquilo que yo no tengo la piel delicada!

-          ¿Qué tal Antonio, dijo Melchor?, con una cierta nota de complicidad con Gaspar.

-          ¡Bien, bien……, todo bien!- conteste.

Y comenzó el maquillaje o el camuflaje. “La Cinta”, hizo conmigo un excelente trabajo, no se me conocía nada. ¡Casi no me conozco yo cuando me mire al espejo!

Entre las “botas brillantes”, “el pijama bombacho” y el “chaleco de chimpancé”, aderezado con una barba negra, la peluca y una corona amarilla de puntas celestes, todo negro y con los labios crema, no me conocía ni la madre que me parió.

De repente un concejal entro con una caja de cervezas, heladas, ¡antes de salir nos tomaremos unas cervecitas!, ¡para animarnos!.

Faltaba un cuanto de hora y nos habíamos bebido, dos cervezas cada rey, cuando entro la concejala responsable del área de cultura, “la Mari carmen”, diciendo en voz alta ¡antes de empezar, y como hace mucho frió, os traigo esta botella de vino dulce y esta otra de moscatel para que vayáis bien calentitos!.

-          ¡Tu paje, Antonio, perdona Baltasar, será……Ricardin- me dijeron

-          ¡Ala, pues pasa por el tocador, le dijo la Cinta, al muchachote!

- ¡ Uh... Que revuelo hay en esta sala! – Pensé-, entre maquilladoras, reyes, pajes y personal de apoyo, estábamos más de 20 personas.


-          ¡Tu, Fermín, no bebas mucho que luego tienes que conducir!, ¡bueno, mejor dicho, que tienes que navegar…..! Le dijo “la Mari carmen”.

Fue en ese momento, exactamente en ese momento, cuando me di cuenta de que no tenía toda la información sobre el itinerario de la cabalgata de reyes, alguien no me había dicho toda la verdad sobre la cabalgata. O si me lo habían dicho, yo no me había enterado de todo.

¿Como que navegar?, -pregunte prudentemente-

¡Si!, dijo la concejala, La comisión de cultura y festejos del Ayuntamiento, tomo la decisión, el día 15 de diciembre, de que la cabalgata llegara al pueblo por el río, como hace treinta años. Mira lo tenemos todo organizado, os llevaran en coche hasta el embarcadero de la central, y allí, cada rey ira en una barca, navegando, hasta el embarcadero del pueblo, llegarais sobre las siete o siete y diez, ¡nada! son unos novecientos o mil metros aproximadamente, cuando lleguéis al embarcadero, os estarán esperando las carrozas tiradas por los tractores de “el chato”, “el guapo” y” el Nemesio”, a, se me olvidaba,  y las mayorettes del pueblo. Luego todos juntos subiremos hasta la asociación cultural Rueda, donde los reyes dejaran las carrozas, entonces serán sobre las ocho, más o menos, y dentro, en el salón de actos, darán los juguetes….  Nada, todo controlado al segundo - termino de explicarme  la Mari Carmen -.

La verdad ante estas explicaciones tan medidas y planificadas en el tiempo, me relaje y decidí conjuntamente con mi piloto de navegación tomarnos una copita de orujo, que no se por que razón, de repente había aparecido por la mesa.

-          ¡Fermín, no bebas más que luego dices tonterías!- le gritaron en voz alta alguien de la comisión-, como acto de desagravio,  viendo que el comentario le podía sentar mal, le manifesté en voz alta, de manera disimulada, mi confianza en que lo importante era, en estos momentos, ser un buen navegante, a lo cual él respondió, echándose otro pequeño culin de orujo.

¡Ya tenemos los coches abajo, en la puerta esperándonos! – grito alguien-. ¡Los reyes que vayan en uno y los pajes en otro y los conductores de las lanchas en otro!.- intentaba ordenar los concejales de cultura.

Eran las seis y cuarto y la noche empezaba a hacerse oscura. La niebla quería empezar a mostrarse cuando llegamos al una especie de balcón mirador dentro de la central, que deba al Ebro, ya habíamos pasado el control de seguridad de la central y el correspondiente cachondeo del guardia de seguridad al ver aparecer a sus majestades, metidos en coches como” sardinas en lata”.

Al salir del coche, busque con la mirada las lanchas, ¿Dónde están las lanchas?,- pregunte a Gaspar-, más conocedor que yo de aquellos parajes.

¡Pues donde van a estar en el agua!- me contesto Gaspar- ¡Tranquilo, ves esa barandilla, pues doce metros más abajo tienes las barcas y el Ebro!

Efectivamente, la barandilla era la barrera que separaba de un pequeño abismo de 12 metros de altura, que finalizaba a un pequeño embarcadero de plataforma metálica  semi sumergida muy deteriorada y resbaladiza rodeada de flotadores de aproximación para las barcazas.

Desde arriba, con la poca luz que quedaba, me fije rápidamente en las barcas de trasporte, y había de todo, desde una barcaza de 6 plazas, bastante decente, en buenas condiciones, otra barquita de 4 plazas, bastante menos ostentosa, y por ultimo una fuera borda de goma de tres plazas de la que el tal Fermín, estaba sacando con un pozal pequeño un charco de agua que había dentro. Antes que nadie repartiera las barcaza, yo ya era consciente de cual le había tocado a Baltasar y su paje.

Melchor ira en la barcaza grande, con paje, el mecánico y los bultos de regalos de mentirijillas, Gaspar ira después con su paje y su conductor en la baquita, y el ultimo ira Baltasar con su paje y el Fermín, como esta mandado- dijo la concejala haciendo corro-.

¡Lo ves!,- le comente a mi paje-, ¡Baltasar, el último y en patera!, ¡que pueblo este!.

Ya prácticamente no se veía, todos nos fuimos aproximando a la barandilla que separaba los doce metros, mientras tanto un concejal saco tres teas para iluminarnos, y una linterna para iluminar los anclajes de las clavijas que hacían de asideros para descender al embarcadero.

Antes de pasar la barandilla por encima, subiros las capas para que no os las piséis, -dijo el encargado de la central que había hecho de presencia para contemplar el embarque-, y bajar de uno en uno, hasta que el primero no llegue abajo a la plataforma que no empiece a bajar el otro- volvió a aconsejar a los presentes-. Ah…también, no tireis excesivamente de los anclajes, hace mucho tiempo que están puestos y el hormigón ya se va soltando, bajar con mucho cuidado.

Yo no me lo podía creer, bajar por esos soportes metálicos resbaladizos, que se podían desprender,  una pared de doce metros que daba a una plataforma metálica que hacia de embarcadero simi sumergida, vestido de rey mago, ósea, con las “botas brillantes”, “el pijama bombacho” y el “chaleco de chimpancé”, la barba negra, la peluca y una corona amarilla de puntas celestes, todo negro y con los labios crema, era de chiste.

En ese momento decidí, poner en practica que esta vez ser el ultimo tiene sus ventajas, así que me dedique a observar, mientras pregunte en voz alta, ¿bueno y los concejales en que barca Irán?

Bueno, nosotros no queremos molestar, además tendremos que esperaros en el embarcadero del pueblo, así que vamos a coger los coches que nos han traído y nos volvemos a esperaros, y de paso,  vamos preparando todo con las carrozas- comentaros los concejales-.

Ya casi no se veía nada, ¿vamos a encender la tea? ¡No...! Todavía no… que se gasta muy rápidamente, es mejor reservarla para cuando estemos en medio del río. Hasta entonces, no me había vuelto a acordar del estado del río, sin quererlo se me fue la vista, y me entro una sensación que estaba entre apesadumbrado y acongojado. No quise pensar más, me tenía que centrar en la bajada de los otros “reyes” por la pared.

Poco a poco fuimos bajando el paje y yo, despacio, muy despacio, tengo que decir que para cuando llegue abajo a la plataforma, -que se meneaba-, los guantes blancos eran de otro color, entre ocre y rojo, y estaban totalmente mojados. La corona ni se canteo, la había atado con mi correa por debajo de la barbilla, se imaginan ustedes un rey con una corona atada al mentón, como cuando se tenia antes paperas o te dolían las muelas…cómico no….al subir a la fuera borda, mientras con el pie izquierdo apoyaba en la goma, el pie derecho descendía cuatro dedos acompañando a la plataforma, de tal manera que, el pie derecho pasaba de estar seco a estar totalmente mojado, y la purpurina de las botas, se convertía pasta brillante.

Melchor y Gaspar ya habían partido, río abajo, solamente se veía, dos pequeña luces alejarse, en un inmenso río, por qué tengo que volver a decir, que si desde arriba el río me acongojaba, desde abajo, ya en la lancha neumática y recibiendo los golpes de agua, asustaba bastante más.

Con el objetivo de situarme, procure recocer la otra orilla, no se veía, el río había de tener cauce, era un mar infinito, y entonces me vino a la cabeza el recuerdo ese seiscientos, malogrado y desgracia a cuyos ocupantes tardearon no se cuanto tiempo en encontrar, ¡ ha nosotros no nos van a encontrar hasta carnaval ¡, ¿Qué dices me dijo, el paje, que parece que vamos disfrazados de carnaval?, ¡si, eso, que vamos de carnaval!

Fermín, ya tenia la fuera borda en marcha, ¡procurar sentaros uno a cada cado de la lancha, que ya veis que es un poco escasa, tenemos que llevarla muy equilibrado!-dijo Fermín, mientras procuraba encender un cigarrillo-.

¡No se a quien se le ha ocurrido, descender hoy precisamente por el Ebro, con la riada que hay y el viento!- protesto Fermín, mientras insistía en encenderse el pitillo-.

¡Tranquilo, que no va pasar nada, le conteste yo!, -con inseguridad de alguien que tiene que decir en ese momento algo, para rebajar la tensión-.

Joder, es que, con la ropa que llevo si me caiga al agua, no me salva ni……dejo caer mi paje, y apuntillo, y a ti, si te caes, con esa capa, que debe pesar “un huevo”, te vas al fondo en un periquete…- me dijo, mientras me observaba detenidamente-

No os preocupéis, que yo he sido socorrista y nadando me defiendo, muy bien….

-que gilipollas soy, pensé, me defiendo bien, en verano, en la piscina y en bañador, precisamente todo lo contrario de cómo voy ahora, que peso 20 kilos más, pero, en fin….-

Ya llevábamos 50 metros recorridos, aproximadamente, cuando el Fermín, que seguía dándole al mechero, le propuso al paje encender la tea.

Espera que llevo una caja de cerillas, dijo el paje- mira me indico- yo acerco la tea y tu la enciendes- ¿Os podéis imaginar a tres en una fuera borda, sin luz, intentando encender una tea, con todo mojado?, pues, os puedo asegurar que en ello nos iba la vida, y lo logramos, todavía no se como, pero lo logramos.

Cuando llevábamos 200 metros empezamos a notar un olor a gasoil intenso, ¿ese olor?, pregunte a Fermín, ¡tranquilo, me contesto, esta pequeña lancha tiene un poco de perdida de combustible, pero sino tiene contacto con fuego, no hay problema!-me contesto, con su insistente suplicio de encenderse el ducados, que ya estaba amarillo y húmedo –

Déjame la tea un momento, para encenderme el pitillo,- le pidió al paje-

¡De eso nada¡ - grite yo desesperadamente- ¿que quieres que salgamos todos volando por los aires?, ¡no se te ocurra acercarle la tea!,  cae una chispa donde esta Fermín y entonces si que nos tenemos que tirar todos al agua, entonces si que seria divertido.

Nada más decir eso, me di cuenta que la tea era historia, ya no alumbraba nada, y lo que es peor, a nosotros no nos veía nadie. ¿Sabéis, vosotros lo que es ir a pasar por debajo de puente de Ebro con riada y un cierzo que te caga, a oscuras y vestido de rey mago, con paje incluido?, ¡es inimaginable!

Al Fermín, que no había podido encenderse el pitillo, lo único que se le ocurría era dale que dale al mechero, diciendo, por lo menos la chispa la verán.

No vimos el puente hasta veinte metros antes, y por qué pasaban por encima dos coches en esos momentos, afortunadamente, ¡ves! – Dijo el Fermín- siempre hay que dar gracias a Dios, cuando más lo necesitábamos han aparecido esos coches.
¡Dios, a la que se le ocurrido esto, le daría yo…….¡  

De repente me di cuenta que a 200 metros de llegar al embarcadero, donde ya habían llegado Melchor y Gaspar, nosotros nos íbamos en dirección contraria, exactamente hacia la otra orilla.

-          ¿Por qué no vamos directo al embarcadero?- pregunto el paje-

-          La corriente es muy fuerte, y esta bañera, no puede superar la corriente, tenemos que dejarnos llevar hasta que un golpe de corriente nos aproxime al embarcadero- dijo el Fermín-.

-          ¿ y cuanto nos va costar llegar, -comento el paje-

-          Pues, no lo se, pero si nos pasamos remontar va a ser muy difícil, -le dijo el Fermín-

-          Pero, bueno, esto es muy peligroso- espete yo-

-          No os quiero poner nerviosos, pero, cada vez domino menos la fuera borda, me voy a aproximar todo lo que pueda a la orilla, parece que hay, esta más remansada al agua.

-          Se van a marchar sin nosotros, -dijo Ricardin el paje-

-          No te preocupes, que esperarnos si nos esperaran- le conteste-, mientras veía que a lo lejos, desde el embarcadero nos hacían señales saludándonos, y se le oía gritar, ¡ola Baltasar!, ¡ola Baltasar!, alegría que fue cambiando a angustia, cuando nos vieron pasar de largo.

El Fermín, dale a que dale al mechero, empapados y camino de Tortosa, todo estaba saliendo redondo.

-          Si tenemos que saltar el azud, no os preocupéis que vamos bien, -dijo Fermín, seguro de lo hacia-.

-          Pero es que no se puede hacer otra cosa, que dejar que nos lleven…..

Cuanto, más les gritábamos que vinieran a buscarnos, como fuera, más nos saludaban la gente, agitando las manos.

Desde la orilla observaba, que la gente desde la plataforma del embarcadero, nos hacia señas, mientras los dos reyes magos, Melchor y Gaspar,  ya sentados en lo alto de sus carrozas, nos miraban, mientras repartían caramelos.

-          No sé, lo que estarán pensando, pero, me parece que se están poniendo nerviosos.

-          Pues que dejen de ponerse nerviosos y que hagan algo, que nos vamos a la mierda.

-          ¡que no os preocupéis que mientras vayamos por la izquierda, vamos bien….-dijo Fermín-

-          ¡Bien, bien jodidos, vamos!, conteste.

Menos rezar, ¿que no se si alguno lo estaba haciendo? Ya no sabíamos que hacer……

En ese momento, vimos como desde la plataforma de embarcadero, salía la lancha de Melchor, con un gran foco de luz, nos parecía un transatlántico de lujo, al rescate……

¿Pero donde vais? ¿No os dais cuenta que os habéis pasado el embarcadero?- nos gritaron desde la gran barca-, nos vamos a poner delante, dejaros llevar y os llevaremos hasta embarcadero.

Y así fue, poco a poco detrás de la barcaza y protegidos por ella, nos fuimos acercando al gentío, que seguía gritando y animando la llegado del ultimo rey mago.

Cuando llegamos, ya eran las ocho menos cuarto, casi una hora, para hacer novecientos metros de rió. Si nos hubieran dado una manta térmica de esas de los rescates de las pateras, se lo hubiéramos agradecido más.

El primero en desembarcar, fue el Fermín, que antes de nada, y sujetando el cabo de la fuera borda, grito ¿alguien me puede dar fuego…? luego salio el paje, y cuando iba a salir yo, Baltasar, el que me estaba dando la mano para salir, me dijo, ¡pero si vas empapado!

¡Empapado, y con más miedo en el cuerpo que……!. Oye, le pregunte, ¿sigo negro?, porque me da la sensación de estar más pálido que “la gota la cera”.

No te preocupes, que no te conoce nadie…., sigues oscuro….

¿Qué tal Baltasar?, me gritaban, ¿Qué tal viaje a tenido, desde oriente?- me dijo un papa acompañado de un niño de 4 años-......estuve a punto de…muy largo, hijo mío!, ¡muy largo, se me ha hecho!, y ¡húmedo!, ¡muy húmedo….!

A lo lejos, en primera fila, vi a mi mujer y mi hija en sus brazos, con cara de frio y asustadas, les eché un beso y avance hacia la carroza.

Cuando estuvimos sentados en lo alto de la carroza, mi paje, se percato de cómo los otros dos reyes, me miraba…..

-          ¡venga que ya nos íbamos a marchar sin ti¡,- me grito Gaspar-

-          Que huevazos, tienen estos, -contesto en voz baja mi paje-,míralos ni se han mojado, ni se les ha ido la pintura, ni……..

-          No pude evitar lanzarle un puñado de caramelos con toda mi alma, al grito de ¡alegría!.

De repente, el señor alguacil sin previo aviso, lanzo el cohete de inicio, que nos hizo levantarnos en el aire al paje y a mí- A este lo dejamos sin regalos, -me comento el paje

Y empezó la cabalgata, las mallorettes delante lanzando los bastones y la charanga tocando a todo trapo, todo estaba en orden. En las aceras de las calles, gente viendo como pasábamos, en los balcones de las casas más gente asomada, venga chapinazos y cohetes, que cada doscientos metros lanzaba el alguacil.

Nada es comparable con la mirada de ilusión de un niño el día de reyes, y eso fue la lección que aprendí ese cinco de enero, cuando observa la contradictoria mirada de un niño, con la que en un mismo gesto de cara expresa, ilusión, temor y curiosidad, y descubres la grandeza de la magia de la noche de reyes. No se si algún día volveré a generar tanta ilusión, pero aquel día lo hice y me siento muy orgulloso.

A, por cierto, el Fermín  entre un grupo de gente, amigos que escuchaban el relato, fumó por fin.

Por cierto, si alguien no ha disfrutado nunca de esta experiencia, a aquellos que lean este relato les animo a disfrutarlo, jamás se les olvidara. ANIMO.

POSDATA. No tiene que ser por el rió.











FIN

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